certificación energética

“Lo que no se puede medir no se puede controlar; lo que no se puede controlar no se puede gestionar; lo que no se puede gestionar no se puede mejorar.”

Con este sencillo principio se podría explicar la función que debe cumplir el certificado de eficiencia energética, la de medir cómo estamos, controlar que necesitamos hacer y gestionar esas acciones para conseguir mejorar. Pero, ¿de dónde viene todo esto? ¿Para qué sirve? ¿De verdad está sirviendo para mejorar? Y lo que más preocupa a la gente ahora mismo, ¿de verdad puedo ahorrar dinero con esto?

Ya desde antes de formase la Unión Europea (en adelante UE) tal y como hoy la conocemos, la energía era una de las preocupaciones principales de sus miembros y en la Declaración de Mesina de 1955 se afirmaba que se debía “(…) poner a disposición de las economías europeas una energía más abundante y a un menor precio.” Y es que la UE tenía y tiene un grave problema de dependencia energética del exterior, es decir depende de las importaciones de energía. Por esta razón, y otras medioambientales, desde la UE se han ido estableciendo diferentes exigencias para los estados miembros en relación al uso de la energía y la eficiencia de los sistemas.

Por lo tanto, sabemos ya que el origen del certificado de eficiencia energética está en la UE. En el 2002 se publica una primera Directiva Europea (2002/91/CE) sobre el tema, que en el caso de España se transpone parcialmente en el RD 47/2007 referido únicamente a los edificios de nueva construcción. En el 2010, antes de que España complete la transposición de la anterior, se aprueba una nueva Directiva Europea (2010/31/UE) que deroga la anterior. En abril de 2013, por fin, mediante el RD 235/2013 se aprueba la certificación energética de los edificios, derogando el anterior RD y siendo éste de aplicación para los edificios existentes y los de nueva construcción.

Ahora que todos los edificios miden su eficiencia energética con la misma metodología, se podrá valorar y comparar su eficiencia energética. Una vez que esto sea adecuadamente explicado y asimilado por los interesados, se supone que la demanda obligara a los edificios a tener una alta eficiencia energética y que se favorecerán las inversiones en ahorro de energía. Como consecuencia de todo ello se reducirán las emisiones de CO2 y disminuirá el gasto de energía.

Además, mediante el registro obligatorio de los certificados de eficiencia energética, se pretende obtener una base de datos que sirva para la planificación de las actuaciones de mejora de la eficiencia energética del parque existente de edificios.

Pero si dejamos la teoría y nos vamos a la realidad de hoy en día, más de 6 meses después de la entrada en vigor de la norma, el panorama es desolador. Partimos de la desinformación generalizada de los usuarios, con una guerra de precios salvaje entre profesionales (no siempre con la formación necesaria para realizar los certificados) y una administración lenta que no reacciona ante todos estos problemas. Como consecuencia de ello el Certificado se ve como un papel más que se debe entregar y no como ese documento principal a tener en cuenta a la hora de comprar o alquilar una vivienda. Esto provoca que se recurra a los más económico; técnicos sin conocimientos suficientes, cupones de ofertas, certificados on-line, etc. El resultado es un papel donde lo poco que coincida con la realidad del edificio se deberá a la casualidad. Y suponer que a partir de este tipo de certificados se van a seguir las mejoras recomendadas entraría ya en la categoría de milagro.

Como vemos, aún quedan muchos aspectos por mejorar. Uno de los fundamentales es optimizar los mecanismos de control de las administraciones para evitar malas prácticas. De momento desde Zehark Studio seguiremos con nuestra labor de informar de los beneficios y realizar certificados de eficiencia energética serios y rigurosos, que sirvan para que los propietarios tomen conciencia de la eficiencia energética real de su vivienda. Y mediante unas medidas de mejora factibles y ajustadas en coste, ayudar a aquellos que quieran ahorrar dinero o aumentar el valor de su edificio.